¿Qué versión de docente soy?
José Francisco Rojas
Parada
Facebook,
youtube, Ipad´s, Ipod´s, Iphone´s, Tablet´s, Twitter, Tic´s, Tac´s, Web, Web
2.0, Web 3.0, Web...?, Nube… son términos informáticos que inevitablemente se
escuchan cada día, llamando poderosamente la atención de los estudiantes, quienes
están de tal modo inmersos en ellos y en buena medida conocedores que me
obligan a reflexionar acerca del grado de conocimiento que como profesor tengo sobre éstas
tecnologías, pero más aún, a preguntarme ¿Cómo incorporarlas?, ¿Qué tan
necesarias son en mi práctica docente?, ¿Qué pueden aportar?
Ante
este planteamiento resulta razonable saber de inicio el nivel de conocimiento que
se tiene en relación con las tecnologías actuales, el grado de manejo o cuando menos el conocimiento de la existencia de las mismas, pues es natural que antes de pensar en aplicarlas
es necesario conocerlas y ejercitarlas con el fin de identificar aquellas
características que pudieran ser implementadas en la práctica docente
particular.
El
artículo de Laura Turner, plantea un
requerimiento sobre las competencias tecnológicas que califica como básicas y
que todo docente de acuerdo a su visión debería actualmente dominar en algún
grado, lo que nos lleva preocupantemente a descubrir el tamaño de la brecha
tecnológica que existe entre nosotros y nuestros alumnos.
Queda
claro entonces, que no se puede emplear lo que no se domina o se desconoce y
que para poder actualizar las herramientas para una cátedra es necesario conocer y manejar las tecnologías de
información, comunicación, enseñanza y aprendizaje que actualmente existen y
que constantemente se van modernizando o cuando menos actualizando.
Y es
que el trabajo educativo dentro de los paradigmas actuales es más de conducir y
asesorar que de transmitir información, porque los docentes ya no somos la
única fuente de información para el estudiante el cual dispone de acceso
ilimitado a toda la documentación en la red, en todo caso, nuestro trabajo puede
enfocarse a convertir los datos obtenidos en información significativa, mediante
la lectura reflexiva, el pensamiento crítico y la experimentación, reflejado esto último en
documentos con referencias y citas, pero donde se manifieste claramente el pensamiento del
estudiante, desalentando definitivamente el solo copiar, pegar y citar
Por
otra parte, en no pocas Instituciones educativas privadas se observa que se ejerce
una presión sobre los maestros para que actualicen sus conocimientos sobre
tecnologías con el fin de “incorporar lo más actual a su práctica docente”,
obedeciendo esto mas a una justificación ante los padres de familia que a una
real valoración de la pertinencia de determinadas tecnologías.
En
mi opinión, estar a la moda tecnológica no es actualizarse y menos modernizarse, pues la
espectacularidad no necesariamente garantiza eficacia en el aprendizaje. Creo
que no debe perderse de vista que el parámetro de la eficacia de una tecnología
es el grado de aprendizaje que el alumno logre, en este sentido
considero que es el docente quien mejor puede opinar sobre la incorporación de
tal o cual tecnología pues al conocer todas sus posibilidades puede valorar en
que grado viene a ser útil y complementaria a la conducción de una materia en
la búsqueda de un aprendizaje significativo
En
resumen, la avasalladora presencia y la necesidad urgente de la tecnología en la vida cotidiana, en
todos los quehaceres y particularmente en el educativo nos muestra que los
alumnos requieren una forma de educación con una dinámica no solo de acuerdo a
los tiempos que hoy viven sino que vivirán en su futuro y en este contexto
resulta ineludible la autocrítica reflexiva sobre cuánto hemos omitido en nuestra
actualización docente la incorporación no solo de la tecnología sino de la
tecnología educativa, es decir ¿en que versión de docente tecnológico-educativo me quede?