Buena parte de la actitud que asumimos los docentes ante los errores o deficiencias que muestran nuestros alumnos en su proceso de aprendizaje va a determinar la disposición que ellos tengan hacia las demás asignaturas de la materia de matemáticas.
Resulta generalizado escuchar en las reuniones de profesores un sinnúmero de quejas acerca de "lo mal que llegan los nuevos alumnos...", "...y eso que ya están en el último año y no saben ni siquiera cómo sumar fracciones..."
Ante el desconcierto de nuestros alumnos por un resultado erróneo, por ejemplo en cálculo, sobre la solución de un límite que esta expresado en fracciones, movemos sentenciosamente la cabeza en lugar de retomar brevemente el tema de fracciones
y con un poco de humor señalar: “ a ver niños (los estudiantes de cálculo)
cinco entre diez no toca a 2!!.... y
entre broma y humor quizá escribir en el pizarrón:
señalando: “ cinco manzanas repartidas entre
diez niños ¿Cuánta manzana por igual le toca a cada niño?...”
¿Cuál sería el
efecto en el ánimo del estudiante cuando su profesor de cálculo toma de esta forma un error del cual nos escandalizamos los profesores en nuestras juntas ?
Y es que para un
estudiante con problemas de comprensión en matemáticas las expresiones que usamos durante una exposición “… de lo cual
resulta evidente que…”, “…así entonces es lógico que…”, “…como claramente se
aprecia, es natural que resulte…” resultan
ofensivas!! Atacan de una forma criminal su autoestima, el chico se esfuerza
porque “entre" en su mente el concepto, a la misma velocidad con la que su profesor lo explica y angustiosamente piensa “esto ya debería haberlo comprendido” debido a que las frases usadas por su profesor (evidente, lógico, claro) le dejan ver
que él es un estúpido en medio de aquellos de sus compañeros inteligentes quienes asienten con la cabeza a todo lo que su profesor dice.
Es fácil ser
profesor de alumnos brillantes.
Una clase con
alumnos talentosos para las matemáticas se vuelve una charla entre colegas donde lo “evidente”
de los conceptos y demostraciones vienen a ser una obviedad…
Tenemos que hacer
un alto y reflexionar sobre ¿Cómo fue que me convertí en profesor de
matemáticas?, mas aún, ¿Cómo fue que aprendí las matemáticas que hoy enseño?
Debemos revisar nuestro perfil profesional y cuestionarnos: ¿soy ingeniero en… o soy
profesor de...? ¿soy matemático o soy profesor de matemáticas? (que no es lo mismo, ya que se trata de dos cosas completamente diferentes!)
Ser profesor significa en algún sentido despersonalizarse del perfil profesional y
convertirse en un profesional de la educación. Según lo entiendo, es servir a nuestros estudiantes, conducirlos, inducirlos al descubrimiento y la adquisición de conocimientos, ver en
perspectiva y en un contexto la aplicación de tales conocimientos matemáticos con ése toque de
emoción personal que contagie a los chicos a la investigación y que estimule su creatividad
Si creemos que el trabajo que
hacemos como profesores de matemáticas es correcto ¿entonces por
qué nuestros alumnos salen tan mal? Si la
proyección futura que damos nuestras clases de matemáticas estuviera siendo la más certera, entonces
¿Dónde está la amplia producción tecnológica que México exporta al mundo como es frecuente ver en tan solo en países orientales…?
José Francisco Rojas Parada